jueves, 29 de mayo de 2008

CON MEDALLA DE PLATA

No me gustaría tener que pensar que de hecho soy más eficiente que mi psicólogo en lo que concierne a análisis. Bah, si... si me gustaría, pero digamos que a veces cuando alguien se sube a un avión, lo hace con la esperanza de que el piloto entienda más del tema que uno mismo. En materia de salud (ya sea física o mental), me pasa lo mismo; quiero creer que le pago a alguien que sabe más que yo para que me cante la justa.
Y si... la verdad, me molesta tener que pagar lo que pago simplemente para escuchar cosas como: "parece que a vos te gusta secundar, sabotearte solo... habría que analizar por qué". Wow... ¿En serio? - ¿Cómo llegó Ud. a esa conclusión? -¿Será porque se lo acabo de decir?
Sí, de hecho hace muy poco descubrí las vicisitudes y avatares del segundo lugar y francamente, pensé en sacarle jugo al aprendizaje.
Para todos aquellos que crean que mi espíritu es mediocrón, déjenme explicar algo muy concreto: El que está primero, tiene muy poco por ganar y todo por perder. De hecho, el primero no hace más que temer al segundo. El segundo es ese que amenaza con arrebatarte lo conseguido y cada que competís con él, el que tiene algo por ganar es el otro.
Imaginate... luchaste toda tu vida por ser el primero y una vez allí ¿qué? ¿ya está, eso era todo?... ¿y ahora? Y bueno, ahora no hay más nada para hacer, salvo tratar de quedarte en ese lugar lo más que puedas, pero que no te quepa duda: Alguien más va a venir algún día y va a destronarte.
En lo personal, me encanta el seguno lugar. Me encanta que el primero me mire con rencor y miedo. Me encanta ser el que no deja dormir al que se encuentra liderando en el ranking y por ende, espero por un buen rato no colocarme en la punta de nada. Pero demos ahora otro paso extendiéndonos más allá de los límites de lo profesional, lo deportivo y lo académico (y acá viene lo bueno). ¿Que tal es la posición de "segundo" cuando la cosa se refiere a la intimidad?
Digo/de pronto/me parece... ¿no es esa una situación soñada?
Ya he estado de novio y ya he salido seriamente con una que otra y siempre hay que lidiar con muchas cosas que de lleno indican que es demasiado el trabajo para tan poca ganancia. Además de tener esa espada de Damocles penduleando sobre la cabeza todo el tiempo, viendo si te van a gorrear o no, hay que lidiar también con cuestionamientos, planteos, escenitas, caprichitos y demás yerbas que ya todos conocemos muy bien y no queremos repetir.
¿Qué pasa entonces cuando sos vos el segundo? A primera vista, pareciera ser que tenés todos los pro y ninguna de las contras. Para aguantar idioteces está el novio y para divertirte estás vos. Además, ella sale por ahí con sus amigas o su pareja y vos ni te preocupás por si se estará portando bien o si se estará portando mal. Eso es problema del primero.
Todo esto fue en realidad un preámbulo para comentar lo que sigue. Los que me conocen, saben que sostengo la teoría de que la vida se encarga de darle a cada quien lo que le hace falta. Lo único que hay que hacer, es aprovechar la oportunidad cuando se presenta y listo.
No se si estuve bien o mal al obrar así durante mucho tiempo, pero he basado gran parte de mi vida con esa filosofía y a pesar de que funciona, francamente me cansé de recibir sólo aquello que la vida quiere darme. A veces está bueno salir y buscar lo que vos creés que te corresponde y por tanto, una vez me comprometí a ir más allá. A de hecho dar un paso para ver qué lograba.
Pues bien, una vez encontré una chica que realmente me gustaba. Tenía algo, que se yo... era atractiva, inteligente, competitiva, agresiva, graciosa y muy culta. No se... tenía mucho a favor. Calculé que tarde o temprano, íbamos a tener algo juntos... pero bueno, quise hacerla temprano en vez de tarde, por lo que (cambiando la rutina) la invité a salir. Usualmente hubiera dejado pasar el tiempo, deseando a que ella eventualmente me invitara a mi, pero no se por qué, esta vez no tuve ganas de esperar por algo que a lo mejor no se diera nunca.
Digamos que fue sorpresiva su aceptación a mi invitación de venir a cenar a casa (en realidad porque esperaba que dijera que no, ya que la chica en cuestión estaba en pareja). Más sorpresivo aún, fue el hecho de que a la mañana siguiente todavía la tuviera en la cama, cuando jamás hubiera esperado que se metiera allí en primer lugar.
Durante un mes, la cosa fue así. Ella me llamaba cuando quería y podía verme y yo asistía; supuse que ese contrato era el que conformaba a ambas partes.
Todo venía equilibradamente bien, hasta que un buen día pronunció las palabras mágicas: "corté con XXX".
-¡La put@ que me parió!- ¿Y ahora?... ¿ahora soy yo el primero? Me hizo acordar a la célebre frase de Duncan McLeod el inmortal: "¡SOLO PUEDE HABER UNO!" Pues no quería ser yo ese, pero todo bien. La chica me seguía gustando, la seguía pasando bien, etc. pero el contrato no varió (al menos no por mi parte). Ella me llamaba y yo asistía si podía (y todavía suponía que esos términos nos gustaban a los dos).
Un buen día me dijo "te tengo malas noticias"... y a mi me temblaron las piernas. Asumí lo peor. Un atraso, un evatest que dio positivo, síntomas de embarazo, un meteorito amenazando con chocar contra la tierra, etc.
-"volví con XXX"- me dijo.
-"¡Uf, menos mal!- contesté yo. -"pensé que era algo malo"
Uds. comrpenderán ahora el por qué de mi alivio. Sin embargo ella se lo tomó a mal.
Calculo que por eso me dijo que era una pena que ya no pudiéramos estar juntos, lo cual me tuvo sin cuidado. Supuse que era mentira, pero me sentía con suerte y tenía ganas de jugar al gato y al ratón. O más bién tenía ganas de desquitarme con ella ciertas heridas abiertas por otra mujer anterior (si, ya todos saben quien es).
En fin, le dije que no habría rencores y que todo estaba bien.
Ella acotó -"si, todo muy bien, todo muy bien, pero vos querés saber qué pasó, ¿no?"-
A lo mejor es idea mía, pero creo que ella confundía los conceptos de "vos querés saber" con "yo te quiero decir". Le dije que no tenía interés alguno en eso y le cambié el tema. Insistió poco... tal vez porque también andaba con ganas de jugar.
Eventualmente (voy a reconocerlo) la duda se me fué gestando. No era la duda por lo que había pasado (porque yo ya lo sabía) sino la que correspondía a qué caraj@ me quería decir. ¿Con qué excusa patética me iba a querer arreglar?
En una charla por msn le di pie para que se explayara en el tema y no tuvo reparo alguno en hacerlo.
-"Al lado tuyo me siento muy poco mujer" Me dijo.
Yo contesté con un emoticón de cara confusa.
-"Claro, si yo no te llamaba, vos no me llamabas nunca, siempre proponía yo"
Yo contesté con un zumbido (de esos que todos odiamos).
-"Me tratás igual que a un amigo y yo soy mujer, parece que vos no te das cuenta"
Yo tenía ganas de mandarle un virus, pero Windows XP no los acepta.
Hasta acá, la cosa venía bien... bah... no tan bien, pero yo entendía. La terminó de arruinar cuando, desposeida de su identidad sexual, quiso arrebatarme la mía.
-"Sos muy poco hombre" - y se ve que ni le temblaron los dedos para tipear la frase-.
A ver, a ver, a ver, a ver... Ahí estallé. No porque su insulto me hubiera lastimado, no. Sino porque su intención era hacerme responsable de aquello que no me correspondía (o eso entendí).
No quiero detenerme mucho en los detalles de cómo a partir de ese momento, la cosa se fue desvirtuando en una especie de competencia mental. Algo así como dos gladiadores virtuales o dos pseudoamigos largando frases bien pensadas, con el solo fin de ver quién le producía más daño al otro. Sólo voy a decir que la relación no siguió adelante y agachando la cabeza, voy a tener que reconocer que en cierto punto, me arrepiento.
Haciendo un poco de mea culpa, puedo leer entre líneas ahora y darme cuenta de que el problema no era su "capricho", sino mi inutilidad para ocupar un lugar para el cual nunca estuve capacitado.
Siempre creí que ser primero en algo era "moco 'e pavo" y sinónimo de estancamiento, ya que no hay hacia donde más aspirar. Carece de eso que te motiva a querer superarte. Sin embargo, mantener el status de "the one" no es nada fácil y tampoco es para todo el mundo. Demás está decir que distintos son los premios para todos los lugares del podio, ¿eh?
Están los ganadores natos; aquellos que saben llevar con clase la bien ponderada medalla de oro. Están los que nunca quieren dar más de sí y por conformistas están siempre por debajo o bien al final de la lista, refunfuñando por su mala suerte y maldiciendo al que ocupa el lugar soñado...
...y están esos como yo. Yo que soy de los que creen siempre se está donde hay que estar.
En lo particular, gustaba de pensar que estaba segundo porque me convenía o bien porque era un perverso y disfrutaba de ver al primero temiendo por mi cercanía (o mi mera existencia) y en realidad, la verdad de la milanesa (además de pan rayado y huevo) es que me gusta esa clasificación, porque es a donde pertenezco y como todos saben, no hay lugar como el hogar.
No estoy hecho para soportar la presión de los ganadores; conozco bien las artimañas para abrirme paso entre los competidores, pero no tengo idea de como defenderme entre los miles de oportunistas que ansían desposeerme de aquello que me corresponde. Supongo que así es la cosa y por tanto habré de retomar mi filosofía de vida anterior.
Lo paradójico de todo esto, es que al asumirlo tan abiertamente, me convierto en un perfecto candidato permanente a segundón. Soy el mejor de los segundones... si hubiera una competencia de segundones, yo saldría primero. ¿Que loco, no?

viernes, 23 de mayo de 2008

BASADO EN HECHOS REALES (2ª parte)

"No le digas a nadie en el trabajo, por favor" -arguyó ella en modo casi suplicante- Por algún motivo me pareció buena idea y decidí hacerle caso.
Nunca entendí muy bien el mecanismo que rige el psiquismo de una mujer al momento del "encontronazo". Cuando un hombre tiene su primer encuentro sexual con una mujer, la idea que lo motiva en ese momento es una y una sola: DESLUMBRARLA.
Cualquier truco que conozcas, cualquier cosa que vos creas que es de tu inventiva o cualquier maniobra de tu pripiedad (y que sepas o creas que te puede servir), es algo a lo que vas a recurrir con el único motivo de que cuando el momento pase, ella sólo pueda exclamar -"Dios mío, que bueno que estuvo"-.
Ellas no... ellas se aferran a una entelequia cuasi etérea denominada "reputación". No me malentiendan; puedo comprender eso y si me dan 5 minutos para elaborarlo, hasta puedo respetarlo. Lo que no me entra en la cabeza, es el uso que le dan a la palabra.
Creo que muchas féminas se rehúsan a entregarse corporalmente a un desconocido por motivos altamente lógicos y que no pienso detallar a falta de tiempo y espacio, pero otras se abstienen de sus deseos, con el sólo fin de preservar cierto respeto por parte de quien la desea también. Hasta acá, todo suena acorde a las normas universales del funcionamiento humano y contra ese planteo, no tengo nada en cuestión. Pero quisiera adentrarme ahora a la zona más tétrica e incomprensible del razonamiento femenino:
Quisiera dedicarme de lleno a la peor clase de mujer. A esa que lo quire todo, quiere la chancha, los 20 y la máquina de hacer chorizos. Quiere sexo casual y quiere la reputación intacta...
Esta ambivalencia de deseos conflictivos encontrados, se asemeja por sobremanera a los impulsos del ello que pugnan por salir y a los mandatos superyoicos que demandan su clausura. ¿Qué sucede en psicoanálisis? Pues que a modo de compromiso, el YO le encuentra la vuelta para quedar bien con Dios y con el diablo y genera un síntoma.
De modo muy escueto, un síntoma es eso que no satisface ni a uno ni a otro y queda bien con las dos partes... no se si me explico.
Bueno, lo mismo sucede con estas arpías que te hacen pasar una mala noche. Son aquellas que aún habiendo accedido (o más bien propuesto) a pasar la noche con un tipo que no conocen, pretenden quedar bien paradas frente al mismo, no "trabajando". O sea... se van a tirar ahí cual bolsa de papas a no hacer nada y ver como uno se dedica a realizar todo el trabajo.
Yo entiendo que a falta de confianza y conocimiento, hay cosas que caen de maduro que no se van a dar en una primera vez. De hecho, hay cosas que muy ciertamente, ninguna mujer en su sano juicio haría nunca. Pero yo no hablo de cochinadas, hablo de lo básico... lo mínimo e indispensable como para que la contraparte se sienta al menos cómoda en la situación.
No, ellas no... este tipo de mujeres creen que pueden no saber ni tu nombre, invitarte a su casa a mantener un encuentro amoroso, llevarlo a cabo sin demasiado histeriqueo, no experimentar el "last minute resistance" (o resistencia del último minuto, que explicaré en otra vuelta) y aún así conservar su "dignidad" o "reputación" intacta porque se quedan cual estatuas viéndote laburar. No se les cruza ni por un segundo, que uno se retira con la sensación de que acaba de toparse con una "vaga" una "cómoda" una a la que no querés volver a ver o en última instancia y ya pecando de mucha severidad: con una frígida.
Está bien... yo comprendo. Suponiendo que un segundo encuentro tuviera lugar, ciertas resistencias se van venciendo y ciertas otras cosas se van dando, ya todo el mundo lo sabe. Lo que yo no entiendo, es cómo es posible que adentrados ya en pleno siglo XXI, una mujer piense que hacer un oral la hace ver "barata", pero abrirle las puertas (piernas) a alguien que acaba de conocer, es algo inocuo. Si algo te hace ver mal, lo otro también.
De vuelta, voy a implorar paciencia y a pedir no ser pre-juzgado. Yo no tengo NADA en contra de aquella que no desea intimar. Nuevamente repito que lo encuentro altamente respetable, así la chica en cuestión esté reprimiendo también sus propios impulsos.
A lo que voy, es que lo que encuentro loable es una cosa o la otra. O das todo, o no das nada... no podés dar a medias y esperar quedar como alguien caritativo. La caridad es atributo del que lo da todo y punto. La reputación es de aquella que no entrega nada (y hasta por ahí nomás).
Tuve una amiga que me dijo que "no lo hacía" porque no estaba preparada para afrontar las posibles consecuencias de sus actos. Me pareció una de las mejores explicaciones que alguien me haya dado al respecto de la castidad. De hecho, durante mucho tiempo me apropié de la misma y decidí vivir de igual modo. Lamentablemente, mi biología fue más débil que mi filosofía y bue'... hube de sucumbir.
Ya lo dijo Pinti en su obra PERICOM.COM.AR: más insoportable que no coger, es coger mal. Les puedo asegurar que es cierto. Al menos, cuando uno se abstiene suceden cosas como sentirse más fuerte, más rápido y a veces... hasta más inteligente (parece un chiste, pero es cierto). Sin embargo, el que lo hace mal, el que se queda con las cosas a medio hacer, ese siente frustración, ira, incontinencia ante la violencia, mal humor y dolores de cabeza. Lo se porque durante un año (2004-2005) salí con una insoportable bolsa de patatas a la que titulé novia. De ese esperpento de persona, no voy a dar detalles salvo que era lo más egoista y lo más desinteresado por el otro que puede haber en el planeta. Ojalá haya muerto. O al menos enfermado, no se... bue, prosigamos.
Volviendo al tema anterior, creo que no todo es culpa de la contraparte. Mucho de la imaginación y de la fantasía recargan al otro con expectativas que no siempre es justo esperar que se cumplan. Es como cuando mirás a alguien y te imaginás que si te agarra te deja tiritando o bien hablando japonés... y luego las cosas se dan, te encontrás que su desempeño es normal tirando a mediocre y tendés a echarle la culpa... no se... supongo que esa es la parte en donde uno es el que falla. La parte en la que el deseo se superpone a la realidad y la sobrepasa. Creo que es uno el que debería afrontar ciertas cosas sin ningún tipo de miramientos y aceptar lo que se dé. Pero por otro lado, lo que nunca hay que aceptar es una de esas excusas bobas que se anteponen la peor de las artimañas: tirar la piedra y esconder la mano.
No se si me molesta más la que te seduce para que te tires el lance y una vez que lo hacés te dice "te confundiste" o aquella que se acuesta con uno haciéndole pasar un momento altamente desagradable y aburrido y se cree que quedaste complacido, pero además te exige implícitamente que guardes de ella, el mejor de los conceptos.
Supongo que cuando la pasás tan mal, lo único que querés es al menos el confort de poder refregarle en la cara al resto de los hombres, que "estuviste" con alguien que ellos no pudieron conseguir... pero noooooooo, también tienen que quitarte eso. Ahora no podés hablarlo. ¿Y lo peor? Que la fulana está tan buena, que hasta te da orgullo haber conseguido el contacto inicial y obviamente, la parte más divertida de todo el asunto, es poder alardear delante del resto.
En definitiva, la cuenta matemática se resume a lo siguiente: La pasaste mal, no se lo podés decir, la tenés que respetar y no podés comentarlo con nadie. Además, dormiste como el ort@, porque la cama era de una sola plaza (dpto de estudiante, obvio) así que la noche no pudo ser peor. Sin mencionar, que lo único que los unió por ese ratito fue el atractivo físico, ya que ninguno de los dos, soporta cuatro palabras juntas acerca de lo que el otro tenga que decir.
Que se yo... supongo que cuando ella me pidió que no comente nada, me pareció una buena idea y después de lo que acabo de exponer, todavía no puedo entender por qué. Supongo que en parte estaba buscando que ella no se ofendiera y la cosa se volviera a repetir sin tantos tabúes... supongo que por que soy humano y como tal, cometo el pecado de no saber lo que quiero. Pero si hago un poco de introspección, la única explicación que tengo para dar, es que soy tan malo o peor que aquellas personas de las cuales me quejo. Soy uno de esos que exigen una cosa y hacen todo lo contrario. Soy el que reniega de lo que es y de lo que quiere y cual cobarde, se esconde tras un blog, confesando sin dar la cara, que soy tan malo como cualquier mujer.
Pero tal vez... tal vez... la razón se centre en el hecho de que soy hombre y como hombre que soy, a veces mis impulsos le dan órdenes a mis ideas.
Para los interesados en saber qué sucedió con la chica de Santiago... sólo voy a concluir diciendo que las noches de pasión se repitieron durante varios meses, pero ninguno obtuvo lo que buscaba en el otro. Ni yo conseguí alivio para mis males, ni ella para los suyos. El amor fué algo que no llegó a concretarse y varios sucesos tuvieron lugar, antes de que cada quien decidiera ir por su lado.
PD: Les pido mil disculpas a mis escasos lectores por la tardanza en volver a postear, pero tengo todos los exámenes viniendo al mismo tiempo... estoy muy apretado de horarios. Un abrazo y hasta la próxima.

jueves, 15 de mayo de 2008

BASADO EN HECHOS REALES (1ª parte)

Es realmente muy extraño el mecanismo que impera durante los procesos de duelo; pero más allá de aquello que Uds. esperarían de este "post", en este momento no quiero remitirme a preguntas tales como ´"¿qué tan apegados estamos al objeto perdido?" o más bien... "¿qué tanto de nosotros se lleva "eso" cuando se va?" y cosas por el estilo, ya que dichas cuestiones han sido extensamente añejadas por culpa de autores diversos. No voy a tratar esos temas, no sólo por ser poco originales, sino porque hay que admitir que más curioso aún es el hecho de que si bien cada persona es única, individual e irrepetible, los humanos (particularmente los hombres -me duele admitirlo-) tenemos mucho más de parecidos que lo que tenemos de diferentes y esto se revela sin máscara alguna cuando se trata de un hecho doloso como el que describiré a continuación.
Digamos que una pareja rompe tras una pelea o bien que el hombre es abandonado por la mujer. Es decir... no es que la relación se termine debido a que el macho ha encontrado una hembra distinta, sino que hay que imaginar que este espécimen masculino queda solo por su cuenta. ¿Qué sucede entonces? Como muchos habrán adivinado, se desata un proceso de duelo (normal), pero en caso del hombre, este proceso ataca por tres frentes distintos:
1) El de aceptar la pérdida.
2) El de encontrar explicaciones, causas y posibles consecuencias.
3) El de lidiar con una enemiga que nos ha acompañado desde fines de la pubertad <la inseguridad>
En este tercer punto, uno habrá de quedarse dudando como un idiota de si algún día encontrará a alguien y no me refiero a "alguien que me quiera" o "alguien a quien querer y que sea normal"; no... me refiero a "alguien". Quien sea. Uno se siente otra vez como si tuviera 12 años y comienza con la pregunta del millón: "¿volveré a ponerla alguna vez?" (Nota: a los 12 uno se pregunta "¿la pondré alguna vez?") -las muchachas pagas $$ no cuentan, obvio-
En este punto, la mente del hombre se encuentra más aturdida y abombada por la incerteza de si el tiempo volverá a proveer con quien copular o bien con quien pasar el rato que por el proceso angustioso en sí.
Muchos nos hemos sentido alguna vez así y los que no... dense un poco de tiempo y ya les tocará. Mientras, les voy adelantando que lo que aquí empieza a marcar una diferencia es el caudal energético abarcado por cualquiera de estos tres puntos.
En números estimativos, el 80% de los hombres abandonados comienzan a sentirse... bueno, a falta de un mejor término, diré que comienzan a sentirse "menos hombres". Uno se siente rechazado, disminuido, menos atractivo, inseguro, fracasado y por supuesto, todos estos sentimientos comienzan a jugar en contra a la hora de buscar otra pareja. Este 80% se encuentra aquejado por el último de los 3 factores ya antes expuestos y por tanto, he de concluir diciendo que es debido a ello que esta clase de hombres van a intentar reafirmar su hombría con lo primero que venga. El dolor es tan grande, la inseguridad tan apremiante y la necesidad de resarcirse tan inminente, que no importa si se aparece una chica que luzca como Joseph Merrick (googlear en caso de duda), uno se la va a hacer fleco igual (va a acostarse con ella -castellano antiguo-)
un 5% va a estar sometido a las causalidades del punto nº 2, lo que significa dormir un tercio del día, pasar 8 horas preguntándose qué pasó y dedicar las 8 horas restantes a preguntarle a ELLA que fué lo que pasó. Desearía destacar, que del paso 2 al 3, es sólo cuestión de tiempo. Casi ninguno de los que comienzan en el punto 2, salen de allí sin avanzar al último escalafón. ¿Por qué? Porque en algún punto la terminás agotando y tras un tiempo, ella ya no te contesta el teléfono ni los mensajes y te esquiva si te encuentra en la calle. Eso deja tiempo libre a que uno siga maquinando y tarde o temprano todos comenten el estúpido error de preguntarse "¿habré sido mal amante/malo en la cama?" o su respectiva duda melliza "¿otro la cojerá mejor?". Ahí ya fuiste... ahí ya penetraste en el lado obscuro, en donde te sentís menos hombre y vas a tratar de restaurar tu falo a como dé lugar. Vas a garcharte todo aquello que se mueva, tenga posaderas y aparente tener busto. No importa si su aspecto es el de un híbrido fetal, cruza entre un hombre filipino y Mr Ed. Cualquier cosa que permita la entrada de tu pajarito a la jaula va a ser bienvenida. De repente te convertiste en Gordon Shumway... tenés 8 estómagos. A diferencia de ALF que los usaba para digerir, vos los usás para soportar la fealdad de cualquiera.
Yo tuve la buena o la mala fortuna de poseer una novia cuyo intelecto me parecía deslumbrante y lo peor de todo... la encontraba extremadamente atractiva (a mi gusto). Por tanto, tuve que pertenecer al 15% de los que habríamos de lidiar con el punto 1. El de aceptar la pérdida.
Lo malo de haber estado con alguien que te atrae tanto, es que seteás la barra muy arriba y por tanto, no estás dispuesto a intercambiar el objeto perdido por uno de menor valía. Es como si te robaran tu Ferrari y el seguro te quisiera conformar con una bicicleta rosada, con un changuito adelante y que encima no tiene frenos. Simplemente no estás dispuesto a aceptarlo.
Tras la ruptura con mi novia, me topé con un par de candidatas pero lamentablemente no las encontraba a la altura de la anterior. Simplemente no conseguían despertar mi libido y para ser sincero, siempre que me encontraba en situaciones como la descripta anteriormente (en la entrada precedente) cometía la torpeza de comparar... obviamente a la actual con la que ya no estaba. Eso es más que suficiente para sacarte las ganas de hacer cualquier cosa.
Gracias al cielo y a los dioses de todas las religiones, durante mi peor momento, las entidades superiores se decidieron a enviar gente nueva a la empresa y entre las personas que componían la nueva camada, se encontraba ella... la que hacía que las cabezas se dieran vuelta al unísino (no hacían sonido, pero me hago entender, ¿no?) La chica de Santiago.
Uno no sabe como y cuánto juega a favor la proliferación de muchachos en nivel 3. Al nivel 3 llega cualquier hombre solitario después de un rato. No necesariamente ha de ser alguno abandonado por su pareja.
Con tanto buitre carroñero y acosador dando vueltas, supongo que se ve menos intimidante un chavón que no mira a ninguna por estar pensando en su ex, que aquel que te mira con cara de lobo de la WB mientras babea y deja su lengua desenrollarse cual tapete rojo arrojado por las escaleras. Además de mi bella indiferencia al sexo opuesto (lo cual muchas encuentran bizarro), la gran mayoría adora los desafíos y por supuesto nada llama más a la competencia que el querer desplazar a la "mujer ideal"; esa mujer que habita la mente de un hombre y ocupa todo el espacio. Creo que entre algunas otras cosas, eso incitó a la chica de Santiago a hacer lo que hizo.
Supongo que ese fue el motivo por el cual se sentaba siempre a mi lado y evitaba charlar con los demás. Supongo también, que esa fue la misma razón por la cual mientras trabajábamos hasta tarde un viernes por la madrugada (gracias a los daylight savings de EEUU y la globalización que nos hace adaptarnos a SUS horarios) ella preguntó sin ninguna preocupación : "¿Vamos a mi departamento a tomar algo?". Yo asentí con la cabeza.
TO BE CONTINUED.

lunes, 12 de mayo de 2008

QUIERO RETRUCO

"¿Vamos a mi departamento a tomar algo?" -preguntó a las 3:30 A.M. Asentí con la cabeza. -"pero no va a pasar nada", acotó riendo.
...uno quería hacerla simple, sin vueltas, como adultos. No... ella quiere jugar. Todavía tiene ganas de jugar a las 3:30 de la mañana, cuando ya está todo cantado y las cartas están sobre la mesa. Cree que todavía te dan las fuerzas y cree que lo merece. Ella cree. En algún maldito recóndito rincón de su mente retorcida, se cree que ella vale la pena el esfuerzo. No lo vale. Ninguna lo vale.
Me atrevo a decir que todos hemos pasado por algo similar alguna vez (en mi caso, lamentablemente más de una); esta situación es hostil e injusta, porque de ella no hay escapatoria digna. Uno puede insistir, renegar, insultar, ignorar, enojarse o bien seguirle el juego y rogar conseguir algo. Como sea, las alternativas decaen a dos: frustración o histeriqueo. Sin importar la opción, ella tiene la sartén por el mango (o eso parece).
En tu estado normal mental ¿dejarías que otra persona reduzca todo tu ser a algo iracundo o algo suplicante? ¿no? Yo tampoco.
Continúo sin hablarle, puesto que por ahora el silencio es mi mejor aliado... me refrena de decir estupideces que de otro modo develarían mi mal humor. Limítome a sonreirle tiernamente con la mirada y a seguir asintiendo con la cabeza.
-"Vamos" me dice. -"Vivo por acá cerca".
Demasiadas veces viví ya esta situación... demasiadas veces y demasiadas caras nuevas como para no saber controlar todavía la ira que provoca el querer ser dominado por una forastera que a penas si conoce mi nombre de pila. (Nota del autor: Demasiadas veces = 3 o 4)
Sin siquiera sujetarnos de la mano, emprendemos la caminata a destino. Ella no habla y yo tampoco, aunque por motivos distintos. El más leve roce de los cuerpos, hubiera dado lugar a algo que de momento era mejor refrenar. Dejemos que la venganza se cocine a fuego lento.
-he de aclarar, que hasta ese punto, lo único que existió fue una charla que aspiraba para más. No hubo oportunidad de contacto físico-
Siento arder el estómago. Todavía no son los nervios. Ellos entrarán en juego más adelante... por ahora es acidez entremezclada con enojo y ansiedad.
Mantengo la mirada baja, como sometido a su voluntad y no reparo en demostrárselo. Solo me enfoco en mis pasos, un pie delante del otro. Ella guiaba el camino; -por ahora, está en control de la situación pues yo no se dónde vamos-.
Llegamos a su edificio, donde para variar, vuelve a ponerme incómodo la mirada acusadora de un portero que cree adivinar mis intenciones para con la muchacha. A fin de cuentas, siempre me intimida ese personaje decrépito cuyo rol más importante en su oficio se limita a poder permanecer en vela. Lo saludo con un "buenas noches" aunque un "buenos días" hubiera sido más apropiado. Me contesta casi sin ganas.
Subimos al ascensor, donde rodeados por los tres espejos murales, nos sentimos nuevamente dos extraños que hasta temen establecer contacto visual. De hecho, eso es lo que somos. Tal vez por la mañana pueda llegar a ser otra la historia, aunque eso está por verse. Después de todo, "no va a pasar nada".
Una vez dentro, comienza la ironía de la experiencia. No se cuantas veces pasé ya por esta escena y sin embargo esta parte me sigue poniendo nervioso. "A lo mejor estaba siendo sincera" -me digo para mis adentros. Vuelvo a mirar el reloj y me convenzo de que no es cierto... ¿que clase de incoherente mental te invita a su casa a tomar algo a tan altas horas de la madrugada si a penas te conoce? Decido proseguir con lo planeado. Durante unos segundos, consideré abortar la misión. No... estoy haciéndolo por todos los hombres allí fuera. Se lo debo a la humanidad.
Le pido pasar al baño; ella aprovecha para poner el café a calentar. Al salir del baño, ya me siento como en casa... ya conozco la rutina, los movimientos, "el baile". Al parecer no eran nervios, sino las ganas de orinar las que me daban ese cosquilleo en la base del estómago.
Ella trae el café y lo sirve sobre la mesa. Yo no le ayudo... permanezco de pie, fingiendo estar interesado en todos esos momentos Kodak que tiene colgados en las paredes. Ella regurgita los nombres de las personas y/o lugares que aparecen en sus fotos, pero me resulta imposible retener alguno. No me molesta demasiado tampoco el asunto.
Espero a que se decida a tomar asiento. Cuando lo hace, me acomodo en el extremo opuesto de la mesa (si me es posible, hago que mi lugar coincida con el asiento más cercano al equipo de música). Mi presencia tiene que sonar lo menos amenazadora posible, puesto que no quiero que se sienta intimidada.
Le pregunto acerca de su vida y ella cuestiona sobre la mía, pero me niego a contestarle de momento... la noche debe comenzar girando en torno a su persona.
Ella pretende crear un ambiente acogedor, por lo que decide poner música. ¿Creen eso? Patrañas... no quiere poner música, solo quiere desfilar cerca mío, a fines de mostrar la mercadería. ¿Hay necesidad de ponerme el cul@ en la cara cada vez que atina a cambiar el CD? De última, que me pida a mi que lo cambie, que avance un tema o que ponga más despacio... yo estoy más cerca del minicomponente, ¿no?
Veo y distingo cada uno de los síntomas: mostrar sus tatuajes (si es que los tiene), su piercing en el ombligo (idem al punto anterior), va y viene buscando cosas netamente prescindibles (a fines de que le mire la cola cuando se aleja), etc. Se que está intentando tentarme, pero me controlo.
En este punto, me gusta separar a las chicas en dos clases (al menos aquellas con las cuales me he topado). La agresiva, intentará solicitar masajes (se frotará el cuello, los hombros o bien lo pedirá abiertamente), mientras que la discreta tratará de sacar un tema de conversación un poco depresivo. Mala relación con los padres, la muerte de algún ser querido, mascota, etc... todo esto es válido a la hora de pretender un abrazo. En casos como el mío, donde mi cuerpo tiene prohibido todo tipo de contacto físico con la chica en cuestión, la charla irá derivando (porque ella así lo prefiere) a la situación de MI familia. Buscará mi punto débil, el cual le dejaré ver segundos antes del punto de quiebre. Punto de quiebre es la ruptura de la tensión sexual... sí, amigo mío... la tensión sexual que vos como hombre sentís cuando sos partícipe de un escenario como el que yo estoy describiendo, ella la siente también. Es hora de demostrar de qué estás hecho y sacar el Rambo que hay en vos. Por más que te lleven las ganas de saltarle encima, habrás de quedarte quieto, no reaccionarás. Ni una mueca; al contrario de lo que decía Balá, ni siquiera un gestito de idea. Permanecerás inmóvil, frío. El punto de quiebre está por llegar y la que habrá de quebrarse será ella. Vos sos un muro de concreto.
Menciono una mala relación con papá o mi apego por alguien que ya no esté... Para esta altura, ya harta de mi inutilidad a la hora de captar las indirectas, se abalanzará sobre mi y me dará ese abrazo que cree que ando buscando. Es este el momento donde se oyen cosas cursis como "me quedaría así toda la noche" o "podes confiar en mi", huevadas por el estilo. pero ¡ALTO! no es momento del beso todavía. Noooooooo... recuerden "no va a pasar nada". Sin embargo ella ya está preguntandome si prefiero estar más cómodo (en situación horizontal, se diría). Si, seguro... ¿por qué no? Total, puedo confiar en ella, según acaba de decirme.
Antes de acostarse, es hora de los arrumacos. Aquí ya puede procederse con el nivel 2: besos que habrán de ser bien cuidados. Si suben mucho de tono, no quedará otra que llegar hasta el final y francamente no es eso lo que estamos buscando. No, lo que queremos es la revancha. El "quiero retruco". Con suavidad y con calma... nada de fogosidad por ahora. Entre ese entendimiento de labios, ensortijo con mis dedos su cabello. Mis manos han de permanecer en su rostro (y las tuyas también. Amigo, no intentes posarlas sobre sus curvas. Ese es un camino sin retorno, pero lo más importante es que eso puede darle pie a decir pelotudeces como "me parece que te estás confundiendo") Nada bueno saldrá de dar un paso en falso.
Tranquilamente nos vamos dirigiendo o bien al sofá o bien a la cama. Nos acostamos y la abrazo. Su cabeza apoyada en mi pecho busca continuar con el romance, pero mi boca ya está fuera de alcance. Finjo cabecear... pretendo estar quedándome dormido. Ella murmura un par de preguntas... esas de las bien bobas "¿estás dormido?" "¿tenés sueño?" -Contesto con un "mhm" y para hacerlo más realista, dejo la boca entreabierta. No solo porque es más propicio de aquel que está por dormitarse, sino para evitar sonreir... (si es posible y te animás, babeá un poquito).
...maldita perra, se lo que querés y sé lo que estás buscando pero por abre-geta, no vas a conseguirlo de mi. Lo que tus entrañas ansían ahora, ha sido opacado por lo que tu boca profirió momentos atrás. "No va a pasar nada" ¿te acordás? Disculpame linda, pero yo hablo castellano, no hablo body language y me reconforta pensar que pude escabuirme como un señor. No tuve que rogarle, no tuve que insistirle ni tuve que ofenderme. Si tengo suerte, no se enojará y no me va a echar de su casa, lo que me deja margen a quedarme dormido de verdad.
Mientras descanso tranquilamente en SU cama y ronco como un hijo de put@, ella tendrá problemas conciliando el sueño dudando de si es poco atractiva, de si hizo o dijo algo mal, de si la quiero como amiga, de si es lo suficientemente mujer como para excitarme o de si se ha levantado un gay.
He de reconocer que con este proceder, ambos (yo sobre todo) hemos quedado bastante calientes. Sin embargo, la venganza sigue siendo un plato que se sirve mejor frío.

jueves, 8 de mayo de 2008

COSA DE HOMBRES

Ha llamado mi atención, la cantidad de conocimiento estadístico del que los hombres disponemos a la hora de catalogar a las mujeres.
No hay que ser egresado del FAMAF para conocer las escalas, aunque un mínimo de estudio previo es requerido para familiarizarse con términos como: ordinales, intervalares, nominales o de razón.
Para sorpresa de muchos, las mujeres no sólo pueden ser organizadas en estas escalas en donde puede atribuírsele un nombre (de ahí la derivación de nominal) como bien podría ser ejemplificado en el caso de la muchacha bonita (MAMAZA, PEDAZO DE HEMBRA) o bien para la feucha (BAGARTO, UNFUCKABLE). No, no... a decir verdad, a la hora de tratar conceptualmente el tema de las mujeres, los hombres nos la hemos ingeniado para cuantificar aquello que por defecto es no mensurable: Personalidad y belleza. ¿Cómo podemos atribuir numeraciones y valores a aquello que por naturaleza merece el discurso de la subjetividad? No sabría explicarlo; lo que sí puedo asegurar a ciencia cierta, es que ninguno de los hombres que conozco concurrió a Harvard para familiarizarse con la escala decimal (la cual mencionaré enseguida) y sin embargo, todos (sin excepción alguna) responden correctamente con un número encapsulado en el rango del 1 al 10 ante la pregunta de "¿que tal está fulana?".
Para todos aquellos que recién se están asomando al mundo de las citas a ciegas (o por internet) o bien aquellos que socialmente son retardados y quieren adquirir el lenguaje común de todo hombre por el solo hecho de socializar tras unas jarras de cerveza, voy a dar una breve introducción a las escalas masculinas. Utilizando estos tópicos de conversación, puede mantenerse una charla durante un par de minutos, antes de pasar a temas realmente importantes como... cualquier otra cosa.
La primera escala a la que hago mención, es la BINÓMICA. Básicamente reduce las posibilidades a 2. La mujer a la cual se hace referencia puede formar parte de los postulados básicos LE DOY/NO LE DOY. O bien, como a los neo-matemáticos les gusta llamarlas hoy, DABLES y NO DABLES. La escuela francesa postula las opciones de POTABLE e INCOGIBLE, pero honestamente es impropio catalogar de "potable" a aquella que realmente es un minón. A fines didácticos, vamos a dejarlo en LE DOY (que abarca desde la que se deja dar hasta la que nos hace suplicar por que nos deje mirarla) y en el conjunto opuesto, va todo aquello que no tocamos ni con un puntero láser; esas que en vez de menstruación tienen monstruación, etc.
La segunda escala, es la del GRUPO CUATERNARIO. Esta escala surge durante la década del 60, cuando la escasez de alcohol hizo proliferar el mercado negro con todo tipo de sustancias etílicas que realmente conseguían opacar sobremanera, los razonamientos de una mente en estado óptimo, desvirtuando así la realidad y llevando todo a un estado confusional en el cual determinar la diferencia entre lo dable y lo no dable se hacía básicamente imposible. Esta escala ha de ser usada con anterioridad a la ingesta de alcohol, como para que uno pueda saber que está retrocediendo mucho en los límites de la escala. Es decir que si la muchacha estaba al fondo de la lista, ya eran 3 las barreras a ser vencidas y no solo una. La escala se compone de los segmentos INCOGIBLE, DABLE, LINDA, HERMOSA (o bien, para este último caso es también aceptable DIVINA-YEGUON). Como podrá comprobarse, las catalogadas como "incogibles" son netamente descartadas, estando o no bajo los efectos de estupefacientes. El sector "dables" es aquel que deja margen al error. Dable es la mujer a la que uno usualmente no se acercaría, a no ser que haya época de sequía (sexual) o bien se encuentre uno bajo los deplorables efectos de sustancias tóxicas. Por recomendación general, yo propongo evitar la ingesta de alcohol y/u otros productos a la hora de elegir partner sexual, pero eso ya queda por cuenta de cada quien.
Prosiguiendo con la lista, "linda" es la muchacha bonita, honestamente nada despreciable y por sobre todo y más importante: a la cual podemos llegar a tener acceso. La linda es por convención, dable + + Es decir que la intersubjetividad de varios hombres en estado de sobriedad puede arribar a conclusiones similares. Sí le das y punto.
Lo que separa a la "linda" de la "hermosa" son ya más bien factores económicos, sociales, de producción, etc. La hermosa está fuera del alcance de la mayoría, ya sea porque está precedida por su fama (actriz, cantante, modelo) o bien porque algo que compone el círculo del que se rodea, nos prohibe la entrada a los del mundo real. Este último punto en cuestión, fue el más debatido por los grandes pensadores de las escuelas alemana e inglesa, quienes en la época del 80 introdujeron en los manuales masculinos, una derivación de las escalas conocidas, la cual se conoce comunmente como la escala DECIMAL. La misma es la más empleada en la vida diaria y debido al uso frecuente que sufre por parte de los inexpertos en la materia, su mal empleo ha conllevado a la desvirtuación de tan preciado instrumento.
Catalogar a una mujer del 1 al 10 no es tarea sencilla. Sobre todo porque en esta última escala, es donde se conjugan los elementos estéticos con los de personalidad. Una mujer cuyo aspecto físico le ha merecido un 4, rápidamente puede saltar al puesto 6 con una personalidad encantadora. Ha de denotarse que el incremento en la escala puede llegar a valer dos puntos, aunque el detrimento se realiza por unidad. En el caso anterior, tenemos a la chica de aspecto 4 que tranquilamente se acomoda en el 6, ayudada por el hecho de ser "macanuda" o "piola". En cambio, una chica de aspecto 9, solo podrá descender al puesto 8 si es que es muy ortiva.
Por otro lado, es el físico el que sufre ayuda de la personalidad y no a la inversa. La personalidad en la escala, jamás será catalogada antes que el aspecto visual, por lo que no podrá sufrir variaciones.
Las complicaciones de la escala decimal se incrementan tras el paso del secundario a la universidad. Uno experimenta el cambio de aprobar con 6 en el secundario (donde todo lo que es del 1 al 5 es considerado no satisfactorio) a aprobar con 4. Semejante modificación en la vida académica hace su contingente despliegue en la vida sexual también. Un jóven de 17 años debatirá a muerte con uno de 19 acerca de si una chica es 4 o es 6, antes de ponerse de acuerdo en si la nota es aprobatoria o no.
Otra gran desventaja es la inclusión de decimales en la escala. La chica 5 ahora puede ser 5.50 para otro. Esto se ve reflejado en las transformaciones de FOURIER que se llevan a cabo tomando en cuenta los aspectos subjetivos de la personalidad.
Por último, cabe destacar si 1 (uno) es el límite del defecto natural/biológico/físico, tales como malformaciones fetales, falta de miembros o extremidades o bien resultados de accidentes o mutación o si dichos casos ameritan el inexistente 0 (cero). En el otro extremo de la escala, la chica 10, todavía presenta problemas a la hora de ser catalogada como la chica más linda que uno conoce o bien, asemejable al caso de la HERMOSA en la escala anterior (aquella con fama y dinero). Para este caso, algunos postulan el 10, mientras que otros utilizan el 11 a modo de simbolización de aquello que va más allá en la escala. Lo que casi nunca se ve.
Como se me va acabando el tiempo y hoy rindo, les comunico que para la entrada siguiente comentaré un poco de como los hombres podemos usar estos valores matemáticos para determinar exactamente que hacer en cada caso.
Por ahora solo me despido con el siguiente interrogante: Después de tanto esfuerzo puesto por nuestra parte para diferenciarlas... ¿alguien todavía sigue insistiendo en que son todas las mujeres iguales?

martes, 6 de mayo de 2008

LA TEORIA DEL TRAUMA

"No sabés tratar a las mujeres!" -acotó hoy la mujer barbuda- Verán... la mujer barbuda es esta chica que trabaja conmigo (una de tantas). No es del todo fea; tampoco es atractiva, aunque hay que reconocer que tiene su sex appeal.
Desde el momento en el que sentó un pie en la empresa, no hemos hecho más que pelear. Alguna frase hiriente por acá, algún comentario sarcástico por allá... es nuestra rutina y en cierto sentido nos entretiene. Es una de las pocas que me devuelve los insultos y hasta lo hace con cierto nivel.
Según recuerdo, yo no era de ponerle sobrenombres a las personas. Mucho menos a las mujeres (sabiendo lo inseguras que son con respecto a su imagen).
He de reconocer que desde hace un tiempo no vengo siendo el mismo. Ciertos desengaños amorosos me han ido "cambiando" y... y... estoy mintiendo. Nada "me cambió", yo cambié por responsabilidad propia. El resto es mera excusa. Bueno, digamos que mi primer encuentro con una mala mujer me abrió un poco los ojos y el segundo me ayudó a generalizar los rencores hacia toda la especie femenina.
Voy a reconocer también que con mi nueva actitud, pagarán justas por pecadoras, pero que le vamos a hacer; en parte me gusta mucho mi nuevo yo, aunque esta personalidad de ahora me haya ahorrado unos buenos encuentros sexuales, ya que muchas sienten repulsión hacia mi persona hoy por hoy.
No se, no se... cosas que generalmente les dejo pasar a los varones, a las mujeres no se las perdono ni aunque los arcángeles en persona pretendan obligarme. Comentarios, gestos, señas, actitudes... todo eso me da pie para comenzar mis batallas personales con el sexo opuesto.
Hoy es martes, mi primer día laboral de la semana (tengo franco domingos y lunes).
Han de entender, amigos lectores, que odio (ODIO) levantarme temprano. Lo detesto. Por motivos de fuerza mayor, me ví forzado a cambiar mi horario laboral, lo que implica que he de despertar en horas en las que prefiero seguir durmiendo.
Esta nueva rutina me deja poco tiempo para el aseo personal, desayunar, despavilarme, etc. Hago tiempo para bañarme, comer algo y correr a ese trabajo tayloreano en donde cada segundo se mide milimétricamente (lo que implica que una llegada tarde es igual a que te corten la mano derecha).
Bajo en la parada del colectivo a 6 cuadras (luego de que el chofer parara en el medio del recorrido para comprar su seven up y sus criollitos¿?) lo que quiere decir que el tiempo perdido por él, he de recuperarlo yo en las corridas mortales. Firmo entrada, muestro mi credencial a todos esos policías frustrados que son guardias de seguridad en la empresa, el ascensor ya está lleno, lo que me obliga a tomar las escaleras a las corridas y llego justo a tiempo para abrir todos los programas que esperan a ser utilizados.
Después de semejante voltereta, a que no adivinan ¿qué fue lo primero que dijo la hiena barrios? (otra compañera a la que no le conozco el nombre y como tiene cara de hiena...). -La muy estúpida me dice "ja, ja, mirate los pelos" -yo sentía la cólera emerger en todo mi ser. Al menos podría haber saludado... o reido como hiena, algo, no se- "no importa" -le digo- "mientras estés vos presente, sigo sin ser yo el del aspecto más extraño". Ella contesta "¿Cómo? No entiendo... " -mientras abre bien los ojos como intentando captar más información- "me imaginaba. Después de todo sos rubia natural" -le digo- No hay caso. Sigue sin entender. Es casi tan inteligente como el animal al cual le debe el nombre.
De lo lejos aparece 10 y 10. Chica atractiva, pero bastante chueca para caminar. Tiene los pies en disposición de V... como cuando el reloj marca las 10.10 Generalmente no me saluda, pero hoy atinó a decirme "¿intentando despavilarte?" mientras yo bebía mi speed (no tomo café). Le supliqué que dejara su carrera y se metiera a estudiar para detective. Realmente es una chica brillante. Ya que estábamos con eso de las preguntas obvias, le pregunté si de por casualidad no tenía las manos de perón en la boca. Contestó que no... asumo que mentía, puesto que su aliento indicaba otra cosa.
Por demás, el día estuvo tranquilo... diría que laboralmente hasta fue entretenido. Lástima que la brasilera del otro lado tuvo que darme charla justo cuando me estaba por ir.
Di la vuelta a la isla de mi box, simplemente para saludar a big R (el player, el langa, el que DICE que se las hace a todas) y ya que estaba, para escupir ácido sobre la mujer barbuda, a ver qué me contestaba hoy. No llegué a realizar el interminable saludo con big R, cuando de la nada aparece esta muchacha brasilera cuyo nombre desconozco y cuyo apodo no he inventado. Me preguntó si yo me alargué o si la remera se achicó.
Les explico: la remera que hoy encontré, fue la más arrugada en el cajón de las camisetas. Fue mi remera de gimnasia durante el secundario... es decir que al menos tiene como mínimo 8 años. No importa, ya me iba y como afuera estaba frío, saqué mi buzo. Cuando me lo estoy poniendo, la muchacha en cuestión me dice "si, mejor ponételo, porque esa remera..." La frase quedó inconclusa, pero no por la obviedad del estado de mi prenda, sino porque otra acotación siguió con referncia a mi buzo. Ese buzo que todos tenemos que es bien viejo pero más abrigado que cualquier otra cosa en el clóset.
No tuve ganas de explicarle mi atareado itinerario ni las vueltas que tengo que dar para llegar a horario a un trabajo que no me invita a llegar muy temprano y del poco tiempo que planeo invertir en elegir qué ponerme. Tampoco tuve ganas de buscar defectos en su vestimenta y muchísimo menos tuve ganas de quedarme callado. Solo le dije que ella opinaba de mi vestuario, cuando yo jamás hice comentario alguno acerca de la porra de vellos púbicos que ella ostentaba por cabellera. Iba a ir un paso más allá haciendo mención a su cara de mono, pero creo que se me fue la mano con la primer contestación.
Lo loco de todo esto es que no siento remordimiento ni culpa.
Tras 15 minutos de sesión barata con la gente que atestigüó el momento, muchas de las féminas que conmigo trabajan, arguyeron que algo feo me tuvo que haber pasado con alguna mujer, para que yo me convirtiera en el misógino que hoy soy.
Luego de un rato perdí el interés y al retirarme, se escuchó el planteo más equivocado de todos: "no sabés tratar a las mujeres!", acotó hoy la mujer barbuda.

domingo, 4 de mayo de 2008

EL VIEJO PROVERBIO CHINO

Si 15 o 20 años atrás le hubieran preguntado a un chico con dos dedos de frente que quería ser de grande, probablemente hubiera dicho "jugador de fútbol" o "médico" "ingeniero" "astronauta"... mi hermano contestó que quería ser ninja negro.
Yo por mi parte deseaba ser oficinista... uno que trabajara en un cubículo, vestido de camisa y corbata, frente a una compu y rodeado sólo por los enclenques paneles de mi "box". No lo deseaba por ser mediocre, sino porque imaginaba la vida detrás de ello o al menos un fragmento de la misma: Llegar muy cansado a mi departamento de soltero, en donde no me espera nadie con la comida caliente y mucho menos con la pregunta de "¿que vas a querer comer?, dejar el portafolios al lado de la puerta, desajustarme la corbata y desplomarme en el sofá mientras sin dejar de mirar al techo, cambio los canales de la TV preguntándome si quiero pizza o una bolsa de papas fritas. Creo que se me afianzó más aquel deseo durante mi adolescencia, cuando vi por primera vez esa peli de Jerry Mcguire. El tipo llevaba la vida que yo deseaba, pero además, usaba un headset para hablar con los clientes; que copado.
Por algún motivo no concebía posible la independencia económica haciendo aquello que amara. Me hubiera gustado ser pintor o escultor... pero esos no pueden desajutarse la corbata tras la jornada laboral, simplemente porque son hippies y ellos sólo usan un poncho viejo con pulgas que les revolotean. No... lo mío era el papel del esclavo del nuevo milenio; aquel que odia su trabajo, no tiene tiempo para los amigos, no tiene novia, no se acuerda de su familia y se conoce todos los programas de la tele que empiezan después de las 9 de la noche. Me gustaba fantasear con que iba a ser un tipo ocupado y que me había ganado el derecho de sentir sueño al llegar a casa. Solo imaginaba la independencia económica y un departamentito en donde no tuviera que escuchar a nadie por un buen rato.
15 o 20 años después de desearlo por primera vez, me encuentro usando un headset para hablar con mis "¿customers?", encerrado entre tres paneles temblorosos que no claudican en tambalearse tras el más leve puñetazo derivado de mi frustración (porque aquella pc con la que yo soñaba laburar, para variar, se clavó de nuevo). Por si fuera poco, el headset que uso, cada día tiene la correa más corta (cortesía de los gorditos de IT que precintan todos los cables... ah PD: Gracias por bloquear internet... eso me hace el trabajo más llevadero). Según recuerdo, el headset de Jerry McGuire era inalámbrico.
No importa. Al menos puedo ir vestido como se me antoja. Lo loco es que hasta acá, nunca usé camisa ni corbata.
Llego a casa (de mis padres) y arrojo la mochila (que en poco y nada se asemeja a un portafolios) al lado de la puerta y me desplomo en el sillón sin deseos de emitir sonido alguno. 7 horas de pura charla telefónica han sido más que suficiente. A eso se le suma el estudio que toma lugar durante mis minutos libres y los viajes en colectivo.
Mi madre grita/pregunta "¡¿quien dejó la mochila tirada?!" -ni me molesto en contestar- "Ah, ahí estás" -dice- "¿que vas a querer comer?" -me encojo de hombros, hago puchero con la boca, cierro los ojos y meneo la cabeza intentando expresar "lo que haya"- "¿queres una tarta, un lomito, un bife, polenta, una sopa, fideos? Hice zapallitos revueltos... ¿te los caliento? -muy por lo bajo, casi a desgano le digo que ya veré que hago... a lo mejor un sandwich. -"¿te caliento lo que quedó de la cena de anoche o preferis pedirte algo? -"no se"-argumento- "Estás muy flaco... te la pasás yendo y viniendo y encima vas al gimnasio hijo... estás muy flaco. ¿No queres que te caliente unos ravioles?" -(solo quiero silencio)- "no, ma... dame un toque... andá a hacer tus cosas, ya me hago un sandwich" -"¿un sandwich? ¿eso vas a comer? y a que hora vas al gimnasio? ¿o tenés facultad hoy? ¿a que hora vas? ¿venis a cenar, venis a dormir?" - (su interminable cuestionario me recuerda todo aquello en lo que no quiero pensar: en que tengo que ir a la facu, ponerme a estudiar, en si voy al gimnasio o salgo a correr y por sobre todo, en que ya no tengo otro lugar en el cual quedarme a dormir desde que no estoy en pareja... de hecho no tengo otro lugar en el cual hacer nada, ni siquiera estar tranquilo un rato). -"no se" contesto... "despues veo, no te preocupes... andá nomás"- pareciera que yo hablo otro idioma, la mujer no retrocede, solo sigue ofreciendo comida y lo hace como si estuviera participando en algún programa de concursos donde el conductor ha preguntado "¿con qué alimentos puede usted perturbar la paz de alguien?".
Llegado un punto, hasta da la sensación de que repite opciones, pero altera el orden para que yo no me de cuenta. Bife con tomate se convierte en unas rodajitas de tomate con bife, colchón de arvejas se transforma en arvejas con huevo, etc.
Me doy por vencido y me voy a mi habitación. Ella sabe que ese es territorio prohibido, no me seguirá hasta allí con el menú.
El tiempo en soledad me permite cuestionarme algunas cosas; me replanteo la niñez, la adolescencia, el presente... ¿Cómo llegué a tomar mi vida y convertirla solo a medias en aquello que deseaba de pequeño? ¿A caso solo se cumple la mitad mala? ¿y lo que deseé después se cumplirá más adelante? Por ahora no importa... mi vida no se estanca en el trabajo, sigue mucho, pero mucho más allá después de pasar por las puertas de vidrio de esa empresa que parece una pecera.
Es un tanto risible... mi hermano no sólo no se convirtió en ninja negro, sino que jamás practicó artes marciales y parece feliz. También el pibe de la esquina que quería jugar en la selección y ahora de suerte si juega al winning eleven, parece disfrutar de su rutina. No lo malinterpreten... no reniego de la mía, es sólo que conseguí el 50% de aquello que yo deseaba.
Mejor así; si así de infeliz me hace el haber adquirido solo parte de mi "anhelo", ni me quiero imaginar que hubiera sido de mi si lo hubiera conseguido todo. Es como si alguien hubiera querido demostrarme que yo no se exactamente lo que quiero para mi vida y solo me han dado una probadita de lo que solicité para que tenga tiempo de ver lo feo que es.
Sigo sosteniendo que un poco de tranquilidad y no hacerme problema por lo que voy a comer, no era mucho pedirle a la vida.
Me hago cargo de que soy actor en mi existencia y de que yo solito llegué a este punto sin poder verter la culpa sobre nadie más y por si fuera poco, hasta podría decir que me lo avisaron, puesto que ya desde de chiquito escuché la advertencia de del viejo proverbio chino: "Cuidado con lo que deseás. Podría cumplirse".