sábado, 28 de febrero de 2009

CERDOS Y DIAMANTES

A pesar de que el más viril de los viriles jamás se enfrentaría a mano limpia contra un tigre, un oso o a Godzilla, para un hecho tal como lo constituye la cacería de jabalíes, un baqueano gusta de usar únicamente un cuchillo, pero a su vez lleva consigo muchos perros distintos, obviamente para distintos fines.
El "spotter", perro ágil, de buen olfato, pero débil, es el que sin esperar la señal del amo sale primero cuando huele el rastro de la bestia y comienza a ladrar cuando la divisa.Tras el aviso de su fiel compañero, el cazador libera 5 o 6 perros de “ataque” (o pseudo-ataque) que a toda velocidad rodean al chancho colmilludo, en aras de prohibirle el escape y debilitarlo. La presa entiende la situación y por lo tanto se defiende.
Antes de que el jabalí pueda herir o matar a alguno de estos leales canes, el cazador adiestrado ordena a sus perros regresar, al mismo tiempo en que libera a su animal insignia. Generalmente un perro grande de mandíbula fuerte, con capacidad de morder durante un tiempo prolongado, sin tener que abrir el hocico para respirar. Este último sujeta al jabalí por el cuello mientras el baqueano se aproxima a toda velocidad con su cuchillo presto a enterrarlo en el corazón de la víctima. Una vez que siente el cuchillo clavársele en el cuore, el jabalí desiste. Hasta entonces, la pelea persiste.(Esto en caso de que el cazador sea macho y lo haga con cuchillo... si lo hace con rifle no hace falta ningún perro... pero esa es otra historia).
Comienzo a entender el hecho de que las histéricas son lo opuesto del jabalí. Lamentablemente, los hombres somos iguales a los perros.
Verán… el jabalí se debilita al ser perseguido y rodeado, suceso que tiene efectos opuestos para la histérica. Aquella histriónica sobre la cual se abalanzan los dingos de todas las especies, sufre un “agrandamiento” del ego de magnitudes exponenciales que dificulta su captura. Muy por el contrario, la indiferencia masculina tiene en ellas efectos similares a los que la kryptonita tiene sobre Superman.
Dentro de esta nueva terminología, en algo me parezco al "spotter". Soy el que divisa primero a la bestia y trato de dar aviso.
“Es una histérica” les dije a los chicos del trabajo, refiriéndome a la nueva esclava del sector 7G (no tenemos sectores… pero es a modo de chiste).
“Es una histérica inmadura y no sabe histeriquear”. Mi mensaje fue claro, pero ineficiente.
Para este punto, todos saben que cierto tire y afloje en lo que a relaciones con el otro sexo se refiere, algunas veces resultan entretenidas. Esta regla se cumple casi siempre, excepto que la mujer en cuestión no sepa ser mujer. Cuando la histérica histeriquea MAL, los hechos no sólo no son divertidos, sino que se tornan frustrantes. La histérica inexperta no despierta interés ni deseo, sino ganas de golpearla en la nariz con el codo.
Contra todos sus instintos, los perros de “ataque” se contuvieron cuanto pudieron y trataron de no entrar en su juego. No la ignoraron, pero avanzaron con cautela. Después de todo, tampoco me gustaría que se le niegue el saludo a alguien, simplemente porque otra persona le tiene mal concepto. Yo soy un tarado más de entre tantos, que emiten juicios acerca de gente que no conocen y que creen conocer por pocas palabras que se llegan a cruzar. Sin embargo, en estos casos me gustaría que se me dé más bola.
En mi hábitat de trabajo, tenemos 4 perros de ataque bastante eficientes. Generalmente son los que halagan tanto a las chicas, que las mismas se terminan creyendo las reinas del sub-mundo del call center y luego no hay poder de Dios que las baje de su propio pedestal. Si en vez de hablar de mujeres hablásemos de porcinos con afilados dientes y contásemos con la ayuda de estos “4 perros”, tal vez habría costeletas de cerdo para la cena, día de por medio.
Pero esta vez, “los de ataque” se portaron. Usaron el sentido común y comprobaron mi anterior diagnóstico. “Es una histérica de las malas… una histérica de cuarta” me confirmaron.

A lo mejor ustedes creen que estoy siendo duro. Que ser una mala histérica (para mi) implica no dar bola o ser difícil. No… para que entiendan de lo que hablo, esta es una chica que LITERALMENTE se acerca a uno “sensualmente” (de hecho lo hace de forma que da gracia, puesto que modifica su forma de caminar y termina pareciéndose a Johnny Bravo por como tambalea los hombros, pero ella intenta ser sexy), te pone la boca rozandote la nuca y profiere palabras tales como “¿te asustaste? ¿te pongo nervioso, no?”. Uno, realmente exaltado por lo que acaba de pasar, se aleja un poco (casi un metro) y le pregunta “¿qué te pasa? si... me asustaste, che ¿qué pasa?” a lo que ella contesta “¿cuándo me vas a invitar a tomar algo?”. Uno, todavía sorprendido por estos hechos sin sentido, no contesta nada y la mira fijamente, simplemente para esperar la carcajada o la explicación del chiste. El silencio se prolonga. Uno finalmente se anima a romper el ambiente tenso, preguntándole: “disculpame… vos sos la nueva, ¿no? ¿Cómo te llamás?
Ella comete el error de hablar nuevamente: “ay, olvidate nene, entre vos y yo no va a pasar nunca nada... además yo no me engancho con nadie, menos en el laburo”. Se ríe con una carcajada falsa (como quien acaba de expresar verbalmente su plan para conquistar el mundo) mientras un charquito de baba se le junta en la comisura de los labios, eliminando así, toda posibilidad de ser mínimamente llamativa. Genera malos afectos y hasta cierto asquito.
El break se le está terminando, así que te dice “chau” y se va.
Uno piensa “parece que está loca”, pero luego la escucha hablando con otro y sus palabras son estas: “yo no quiero que acá se diga que soy una put@, por eso no hablo con nadie acá adentro y no me quiero meter con ningún chabón”.
La teoría se confirma. Está loca.

Nota del autor: No les miento… estos hechos son reales (incluso incompletos porque si les cuento todo, no me creen).

Volviendo a la analogía de los cerdos y los canes… el spotter (yo) fui el primero en hablarle, puesto que fui el único en compartir su mismo horario nocturno por un tiempo, ya que yo estaba cubriendo el “shift” de otro compañero que afortunadamente (para él) se encontraba de vacaciones. Al retornar a mi horario habitual por las mañanas, di aviso a los cientos de otros perros que cohabitan conmigo. A los 4 principales por sobre todo, ya los había alertado durante la noche.
No reparé en que nuestro perro fuerte y grande, estaba también gozando de sus vacaciones y por tanto, ausente para recibir la señal de alarma.
“No ataques”, le habría dicho si hubiera tenido la oportunidad. Pero no la tuve.
Comenzaron mis vacaciones y terminaron las suyas, evitándose así toda posibilidad de contacto entre perros amigos.
Pobre perro grande. Nunca tuvo oportunidad.
Lo que sigue, es la historia de perro grande, de la cual NO fui testigo. No tengo como corroborar datos, puesto que sólo cuento con lo que me ha sido relatado. Sin embargo, conociendo a los participantes, no me caben dudas de que las cosas se dieron así.

Perro grande y otros tantos (incluida la histérica en cuestión) salieron una buena noche, a celebrar no se que evento, en no se que lugar.
Aislado y pensativo, perro grande se retiró a un lugar abierto y encendió su cigarrillo.
Contemplando la magnitud de la noche (y las colas de unas tantas), la histérica se le acercó y comenzó a bailarle al lado. El la observó bailar por un rato, pero no se movió de su lugar. Ella interrumpió la danza.
Mirándolo fijo y sonriendo pícaramente, se le acercó como quien se acerca a alguien en un boliche para poder hablar.
Casi apoyando sus labios histéricos sobre los oídos de big dog, le preguntó: “si querés darme un beso ¿por qué no me lo das?”
Nuestro gran danés inquirió: “¿cómo decís?”.
Ella repitió la pregunta literalmente.
Perro grande sintió sus instintos animales emerger y se abalanzó sobre la presa.
Si las cosas se hubieran dado de modo natural, muy probablemente se le habría prendido del cuello sin soltarla (bien a lo perro y chancho) pero no… la histérica le corrió la cara.
Perro grande hizo un segundo intento, pensando que ella sólo quería juguetear. La histérica iba en serio. Su cara se movió nuevamente esquivando el beso.
Big Dog, un tanto enojado, no le dio muchas explicaciones y la dejó sola por un tiempo.
Dando una vuelta por el boliche, la vio sentada sola en un sofá amplio. Se le acercó lentamente haciéndose el desentendido y se sentó a su lado.
“Esta es la parte en la que yo vuelvo” le dijo poniendo un grave tono en su voz de locutor.
Ciertos detalles los he olvidado, pero la cosa es que en algún punto, ambos comenzaron a acariciarse de modo tal que la situación se fue calentando.
Perro grande intentó el beso una vez más. Ella lo detuvo.
A lo mejor, si la cosa hubiera quedado ahí, todo hubiera terminado con ella quedando como una idiota y el, sintiéndose un poco confundido… pero no… ella tenía que volver a abrir su bocota.
-“Ya conozco a los tipos como vos, solo quieren una cosa”
-“¿A los tipos como yo? Me parece que estás confundida, bebé…”
-“Si, si yo los conozco a los que son como vos. Además yo tengo novio y lo amo”
-“¿Pero qué sabés vos de mi? No te conozco, es la primera vez que hablamos, creo que ni sabés como me llamo…”
-“Si, pero…”
Perro grande no la dejó terminar la frase.
Entrando en razón, se levantó de su lugar y dándole dos palmaditas en la espalda, le dijo: “tenés razón, nenita, tenés razón”.
La abandonó en su asiento y no supo más de ella hasta la jornada laboral siguiente.

A penas volví al trabajo, lo primero que vi fue a perro grande haciendo lo que sabe hacer mejor: aislarse y concretar su trabajo. Fui a saludarlo y a los pocos segundos, la histérica nos pasó por al lado. Me dedicó una sonrisa y un "¿cómo estás?" el cual no le contesté, debido a que desapareció antes de que pudiera hacerlo.
A él no lo saludó, cosa que no pareció afectarle en absoluto, salvo por cierta expresión que denoté en su rostro: indignación mezclada con un desvanecido matiz de desprecio hacia ella y dos pizcas de burla (y una cucharada de casancrem).
Mirándome, se mordió los labios y me dedicó con los ojos, un mensaje que me lo dijo todo: "esta mina es una tarada".
En un acto cómplice, le dije al gran perro: "es medio huequita la pobre, no?", tras lo cual me dijo "acompañame abajo, te quiero contar algo".
Allí fué donde me enteré de la historia que acabo de relatarles y por tanto, confirmé mi teoría. A la chabona esta, algo le falla.
Gran perro y yo, acordamos en que este insulso requecho de mujer, no tiene idea de lo que hace y muy elocuentemente, perro grande acotó también: "...quiere jugar un juego con las reglas de otro. Se la ve un poco perdida en lo que hace, a la pobre… medio que no tiene idea de lo que tiene que hacer para saber histeriquear. No le sale."

Sé que le estoy dando con un caño a alguien que no ha llevado a cabo actos del todo malignos, pero si hay algo que realmente jode, es el infantilismo eterno. Lo que molesta no es su estupidez, sino esa actitud pendej@. Hablamos de alguien que tiene casi 25 años y se comporta como una nena de 11 en sus peores momentos. La de 11 que pretende que tiene 16 y no sabe cómo hacer para encajar la realidad con su fantasía.
No se da cuenta de que mentalmente no está a la altura de la situación, cerebralmente es una beba en pañales; es a duras penas una pobre cachorrita y éste… bueno, éste es un juego para los perros grandes.