miércoles, 2 de julio de 2008

VERITAS VOS LIBERABIT

Ciertas cosas que nos suceden en la vida cotidiana son notoriamente detestables, como por ejemplo:

  • Empezar la semana diciendo "el viernes cumple años XXX" y todos los días repetirte a vos mismo la misma frase, para que cuando llegue el bendito viernes, te olvides del cumpleaños de XXX y a veces, hasta de su propia existencia.
  • Salir de un examen bastante fácil, para que una vez afuera te acuerdes de esa put@ palabra (concepto) que no te salía y sustituiste por un sinónimo (sabiendo que no te la van a considerar) o bien te des cuenta de que en tu apuro por terminar el tan fácil examen, dejaste de lado alguna parte de la pregunta.
  • Justo el día que no hay nadie mirando, te salió eso que a nadie le sale bien nunca (con chances de no volver a repetir el resultado).
  • Enterarte después de un par de años, de que esa persona de la cual estabas enamorad@, te tenía ganas y por miedo a fracasar, nunca intentaste nada.
  • Que tu novia te vaya a ver jugar al fútbol y ese mismo día no das pie con bola y hasta clavás un gol en contra.
  • Que se te pase el colectivo cuando estás llegando a la parada.


Pero no hay nada -NADA- más despreciable que el hecho de que las mejores contestaciones, se te ocurran una vez que la discusión terminó. -Corolario: si el interlocutor es tu ex o tu jefe, este hecho adquiere niveles inimaginables de detestabilidad-

Es cierto... el cerebro es el músculo más grande del cuerpo, pero lo malo es que no existen gimnasios para el mismo. Es decir que si uno es medio dormido, no hay manera de entrenarse para tener la respuesta justa en el momento apropiado. Muy probablemente te quede el trago amargo de no haber respondido, en circunstancias similares y a lo largo de toda la vida. ¿Pero... y entonces? ¿Qué hacemos con esto?
A diferencia de otros autores, yo no me voy a remitir a describir un problema simplemente para que alguien diga "uh, eso es muy cierto" y que la cosa quede ahí. No... eso es una pérdida de tiempo. Para describir verdades están los periodistas (rían si quieren, está permitido). Yo quiero creer que puedo hacer del mundo un lugar un poquito menos frío y por tanto, gusto de ofrecer alternativas o soluciones.

Ya se aclaró que ante la "lentitud" mental, al menos yo no encuentro escapatoria. Mi prerrogativa en este caso es la siguiente: Hablar siempre con la verdad. Cuando uno discute con verdades, es muy poco probable que termine haciendo el ridículo. Primero porque no dice macanas y segundo, porque ante la verdad no hay defensa. Es como aplicar bien la técnica de la grulla.

Acá podríamos hacer un alto, remitirnos a Descartes y acordarnos de la crítica a la razón pura. Así como es imposible apelar a la razón, sustrayéndole los sentimientos y las emociones, es también imposible apelar a la verdad en su forma purificada.

Lacán argumentaba que de sus tres planos propuestos, “lo real” era aquello desconocido. Está bien que “lo real” para él implica otra cosa (más de tinte psicoanalítico) pero para nuestros fines, vamos a dejarlo como se entiende habitualmente. Es así que “la verdad” nos resulta inasequible de por sí, por lo que cae de maduro que jamás de los jamases podríamos apelar a ella en su forma originaria para ganar una argumentación. La cosa va mutando así a “tener que hablar con lo más parecido a la verdad”, pero a la legua se nota de que esto solo es insuficiente para taparle la boca a alguien, ya que cada cual puede poseer “su” propia “cosa parecida a la verdad” y por tanto puede que lo del otro se aproxime más a la verdad verdadera y te la mande a guardar.
Que de tanto en tanto haya uno de saborear el amargo gusto de la derrota discursiva, parece relga general...Pero al igual que en Matrix, estas reglas no son distintas a las reglas de un programa de computadora. Algunas se pueden doblar. Otras, se pueden romper.

Siendo que la verdad está entonces fuera de alcance y no puede utilizarse a la hora de discutir, hete aquí la papa: AGARRARLO AL OTRO EN PLENA MENTIRA.
Generalmente esto es casi imposible, a no ser que conozcas al otro mejor que a vos mismo... pero eso queda ya en la historia individual de cada quien.
Sumerjámonos entonces en los pequeños signos que indican cuándo el otro está queriendo mandar fruta. Lo que contestemos de ahí en más, sólo tiene que estar relacionado con la frase “estás mintiendo” y sus derivados como “aunque vivas 150 años, no vas a llegar a tener la inteligencia suficiente como para discutir conmigo”. Pero el tinte de la contestación ha de quedar a criterio personal.
Pasemos entonces a lo que nos compete:
Al igual que en el arte de la seducción (arte que yo no domino para nada), lo más importante es el lenguaje. De lenguaje hay mucho, muchísimo por hablar… pero nos vamos a remitir a la idea de que al mismo puede dividírselo en tres componentes principales a la hora de efectuarlo cara a cara:


1) Mensaje
2) Tono
3) Postura y gestos corporales


Como nota al margen, diré que la psicología es una ciencia que está en pañales y no conforme con ello, se subdivide en diversas ramas que entran en inconmensurabilidad paradigmática entre sí. Es decir, que al igual que existen en las artes marciales distintas disciplinas (karate, judo, kung fu, krav maga, etc) y cada una de ellas aclama ser la mejor, así también existen en el ámbito psicológico distintas disciplinas que se creen dueñas de la verdad (cognitivismo, conductismo, psicoanálisis, gestalt, psicoterapias, etc). Cada una por separado es netamente inútil, pero entre la conjunción de algunas de ellas, obtenemos resultados harto interesantes.
En lo que se refiere a lenguaje corporal, existen varios datos explicados desde diversas aristas. En lo referente a tono pasa lo mismo, pero algunas explicaciones convencen más que otras.

Lo alegre de los postulados es que todas las ramas llegan a las mismas conclusiones, aunque lo hagan apoyándose en investigaciones y métodos distintos. El mensaje de por sí, habrá de ser interpretado por las explicaciones de la lingüística de Saussure.
Por temas de espacio y tiempo, me remitiré sólo a las conclusiones. Los que quieran las explicaciones o los “por qué” del asunto, pueden dejar comentarios al respecto y si bien no me dan ganas de explayarme en las contestaciones, puedo referirlos a la fuente original para que lo lean.
Empecemos por lo groso (y desde mi punto de vista, lo más delatador) antes de remitirnos a los tres elementos anteriormente nombrados.
Ante la más mínima duda de sobre si el otro está mintiendo o no, hay que hacer el intento de REPENTINAMENTE cambiar el tema. Una persona mentirosa, estará ansiosa (deseosa) de hacerlo y nos seguirá la corriente. Un mentiroso se siente aliviado y relajado cuando debe dejar de inventar. Si la persona no pelea un poco por permanecer en el tema de la disputa, es 99.999999 (9 con la curvita arriba) % probable que el interlocutor esté mintiendo. Después de todo, en una discusión, el que cree tener razón, te quiere ganar la pelea ¿o no?
Ahora sí… ya de lleno podemos empezar a desglosar el asunto:


Postura y gestos corporales/faciales:
Uno de los mitos de antaño relacionado con las mentiras, es el que reza acerca de cómo un mentiroso evita establecer contacto visual. Si bien esto puede considerarse cierto, hay algo todavía más revelador. Un mentiroso apasionado por parecer verosímil, mantendrá un contacto visual extremadamente extraño con nosotros. Tanto así que llegará el punto en donde notaremos dos cosas: o bien que parpadea demasiado, o bien que no parpadea en absoluto, pero este segundo estado va acompañado de un levantamiento de cejas inusual. A lo mejor el levantar las cejas es una compensación por la necesidad de parpadeo permanente. La vista queda clavada en un punto (nuestros ojos) y nos da la oportunidad perfecta de vislumbrar dos ojos saltones que intentan por las malas quedarse inmóviles.
El movimiento de las manos suele ser abundante, generalmente en modo circular. Manos y brazos constantemente se dirigen hacia el propio cuerpo. Un mentiroso por lo general tiende a usar poco espacio físico y retrotrae las extremidades hacia sí.
Durante el discurso, una persona mentirosa suele tocarse el rostro. Es frecuente el rascarse la barbilla (pera) tocarse la nariz, las mejillas, las orejas, uno de los ojos, etc. Por el contrario, movimientos realizados con las manos abiertas frotándose el pecho, por ejemplo, han de ser considerados como característicos de aquel que dice la verdad.
Las expresiones faciales suelen ser de corta duración y el desenvolvimiento del gesto no involucra a todo el grupo muscular, sino solo parte del mismo. Es notorio en el caso de la risa o la sonrisa (falsas), que solo se controlan los ojos y los músculos a los costados de la boca (que dan la apariencia de sonrisa), pero los músculos mandibulares o de las mejillas permanecen inmóviles.
Puede suceder que inconscientemente, el/la mentirs@ coloque objetos entre su persona y el interlocutor: libros, sillas, bolsos, bandejas, etc. Esto es aplicable también al mecanismo utilizado por personas tímidas ante su primera presentación con alguien… así que habrá que evaluar el caso.
Para hacerlo más interesante, los detalles más reveladores de los gestos y body language se postearán al final, je.

En cuanto al tono podremos decir lo siguiente:
Un mentiroso de pacotilla, por supuesto que tendrá temblequeos de voz y tartamudeo, el tono será dubitativo y presentará largos espacios entre frase y frase.
Uno un poco más experimentado podrá mantener cierta constancia en el relato, pero será con tonos monótonos, con picos exacerbados de intensidad (en los momentos cumbre del relato) acabado el pico, volverá al tono monótono.
Lo anterior dicho, solo refleja aspectos generales y aunque el tono puede ser ciertamente delator, funciona mucho mejor para aquellos que comprenden parte de la diferencia entre “placer y goce”. Por goce nos referimos a cierta satisfacción inconsciente (de pulsiones, para ser más exactos)… pero a lo que vamos es a lo siguiente: El tono (para un oyente experimentado) puede resaltar cierta incongruencia entre lo que se dice y lo que se expresa. Puede que ante un relato angustioso, el tono revele cierta satisfacción que no es dicha (ni percibida por el parlante). El tono puede arrojar luz sobre lo que realmente se quiere decir, cuando de hecho se está diciendo otra cosa. Esta es una de mis herramientas favoritas a la hora de lidiar con mujeres (de las que no aguanto). Ante la gran mayoría de los temas referidos a cosas triviales, el tono refleja un deseo interno o una demanda.
Para quienes no entiendan lo que acabo de expresar, simplemente imaginen esta historia (verídica): Hablando con una hueca histérica acerca de los hombres y su comportamiento, ella comenzó a describir cómo se la encaraban en el boliche los “tipos” (en despectivo). Si bien el tema era acerca de la conducta masculina y su “repulsividad”, lo que saltaba a la vista era cómo la mogólica esta, gozaba de ser tan deseada entre los varones. Se notaba en el ímpetu con el que contaba la historia, que el énfasis del relato se colocaba más sobre su “deseabilidad” que sobre la conducta masculina. –Por Ej.-
Otro ejemplo (verídico), es el de una mujer que ante la presencia del hombre que le atrae físicamente, hizo un comentario de las cosas que iba a hacer ese día con su “NÓ-vio”. Así pronunciada y extrañamente acentuada (dentro del matiz propio del contexto) *NÓ-vio*, es un recurso destinado a remarcar una cosa: “estoy ocupada, inaccesible… pero deseada por otro hombre… date cuenta de que soy una mujer interesante, con una vida propia y estoy fuera de tu alcance.” Lo llamativo era el contexto, ya que todas las frases parecían mantener igual monotonía, excepto por el vocablo “novio”, el cual sonaba más fuerte y más poderosamente acentuado. Demás está decir que yo me di cuenta al toque y a los pocos días, esta chica estaba en algo raro con este otro pibe… (encima tengo testigos).
Aquí se produce algo interesante… esto de “yo me di cuenta al toque” puede considerarse como recurso literario para agregar veracidad al contexto. Sin embargo, lo que aquí se observa, es cómo yo quiero hacer valer mi “inteligencia y perspicacia”. Por un lado, la frase sirve como elemento de validez del relato. Por el otro, quiero que el lector entienda la agudeza de mis sentidos y se dé cuenta de que poseo una mente brillante. (Que modestia, ¿no?)
Para finalizar con lo del tono, simplemente diré que tengan cuidado y agudicen el oído para poder “resaltar” (como con marcador) las palabras o frases que suenan más fuertes. Esas son las mismas que dictan lo que el interlocutor de hecho está queriendo informar, más allá de lo que dice.


En cuanto al mensaje mismo, lo que se puede aducir es francamente infinito:
Un mentiroso estará siempre a la defensiva, mientras que alguien que discute con verdades opta siempre por tomar un papel combativo u ofensivo.
Nótese que las ansiedades producidas por una mentira propia son altamente persecutorias; por tanto, un mentiroso suele sentirse por demás incómodo ante los silencios prolongados. Intentará llenar esos espacios con detalles y/o preguntas o bien dará vueltas sobre lo mismo. Permanecer callados es una buena estrategia para observar las reacciones del otro. El mentiroso no soporta la presión del silencio.
El relato del mentiroso puede estar plagado de detalles en los cuales no vale la pena reparar; Ej.: “…y entonces pasó una señora con sandalias celestes de marca xxx” o “...y había 27 pajaritos comiendo de lo que dos borrachos les tiraban de sus sánguches de salame” o cosas así. La especificidad en detalles en los que la gente normalmente no repara, son propicios de aquel que está buscando ganar tiempo para mentir.
Como complemento de ello, el mentiroso puede hacer preguntas para mantenernos ocupados mientras le damos espacio suficiente a seguir inventando: “¿Cómo se llamaba eso que vos hacías con tus amigos…?” y mientras nosotros contestamos “fútbol”, el otro va teniendo margen para dar rienda suelta a la imaginación.
Un mentiroso suele usar nuestras propias palabras para responder preguntas hechas directamente: “¿vos me estás engañando con otro?” –“No te estoy engañando con otro”. Lo más lógico es simplemente decir “no” o “no te estoy engañando”. Completar las respuestas con frases calcadas de las preguntas, son típicas de la gente que no está siendo sincera.
Ni hablar de cuando contestan a una pregunta con otra pregunta (al menos como primer modelo). “¿Me estás cagando?” -“¿por qué preguntás eso?”. En realidad, la típica es que te contesten con un “¿Cómo?” o un “¿ah?” seguido inmediatamente de una respuesta. Como que no te escucharon y luego se dieron cuenta de que si te escucharon, para luego responder. Ese “como” o ese “ah” es el que da cierto margen a poner en marcha el mecanismo mentiroso.
También sucede que un mentiroso evite contestar directamente la pregunta, para así no tener que mentir. “¿Ud mató a fulanito?” –“Ni siquiera tengo un arma”. En este caso, no se le preguntó si tiene o no tiene un arma. El acusado simplemente contesta con una verdad, ante una pregunta que no requería esa respuesta.

Pero todos estos datos, son opacados por los avances en la ciencia.
Si bien puede determinarse la variación en ritmo y pulso (sanguíneos) para calibrar la veracidad de ciertos relatos, la neurología ha realizado avances impresionantes en lo que refiere a activación neurolingüística.
Vamos a situarnos en el caso de una persona diestra (no zurda, claro). En este caso, el hemisferio derecho del cerebro constituye el polo creativo y el izquierdo el intelectual.
Cada región del cerebro cumple funciones específicas, aunque relacionadas con las demás. Muchas de ellas están superpuestas, pero esta no es clase de neurología. Vamos al grano:
***Para empezar, vamos a aclarar que esto es probabilístico y bajo ningún punto de vista habrá de ser considerado verdad al 100%.***
Cuando los ojos de un diestro se desvían a la derecha, es muy probable de que esté imaginando. A la izquierda, cuando están recordando.
Ojos hacia arriba y a la derecha, dan cuenta de pensamiento creativo en imágenes. La persona en cuestión está imaginando escenas, imágenes o situaciones; es decir que las está inventando. Hacia arriba a la izquierda, la misma persona está recordando en imágenes.
Hacia la derecha a altura media, el sujeto imagina sonidos. Como si se le preguntara “¿Cuál es el sonido más irritante que se le ocurre?”. A la misma altura hacia la izquierda, la persona recuerda en registros auditivos: “¿Cómo sonaba la bocina de su primer auto?”.
Hacia abajo y a la derecha, nuestro amigo estará (probablemente) recordando sensaciones generadas por sentidos como el gusto, el olfato o el tacto. Si se encuentra tratando de ubicar o de relacionar olores, gustos o sensaciones táctiles con algún recuerdo, los ojos se desvían hacia abajo y a la derecha.
Por otro lado, hacia abajo y a la izquierda, el sujeto da cuenta de diálogo interno. Puede decirse que esa persona está hablando consigo misma.
Estos últimos descubrimientos son de carácter reciente y por tanto habrán de ser considerados, como ya mencioné, como meras cuestiones probabilísticas. No deben de tomarse como cuestiones fácticas innegables ni fiarse de ellas por completo.
El tamaño de las pupilas puede indicar estados de ánimo (grandes si es feliz, pequeño si está triste) pero hay que tener en cuenta aspectos como la luminosidad o el interés, por ejemplo.
A fin de cuentas, de lo que aquí se trata es de tener herramientas suficientes para poder enfrentar a alguien y tratar de salir airosos de alguna cuestión. Es cierto, eternamente seremos prisioneros de nuestras falencias mentales, pero todavía hay luz al final del túnel… después de todo, por más encerrados que estemos en nuestra propia estupidez, la verdad nos hará libres.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aparentemente te han mentido mucho , o has mentido mucho en tu vida...o es solo de observador todo este conocimiento?

"lay on the grass" dijo...

Un poco de esto, un poquito de aquello... más que nada, práctica.