jueves, 26 de enero de 2012

GRACIAS ALLAN POE

Ella me ama. No lo sabe todavía, pero yo le gusto mucho. A pesar de que su interés repose en otro, ella se siente inconfundiblemente atraída hacia mí. El otro día la vi paseando de la mano de otro hombre... como soy un caballero, no le hice notar su equivocación. Pobrecita, qué confundida estaba. Confundir mi mano con la de aquel...
Mientras los veía besarse, no podía más que pensar en el descaro de aquel hombrecillo que no la corrigió en su error. Él pudo decirle "no soy Agustín Gras" o algo similar. Pero no... él le siguió el juego. Mal hombre, pérfido embustero.
Mi pobre dama, dulce criatura de la naturaleza, jamás se percató de su confusión. Entiendo que mi atractivo obnubila y tal vez por esto ella vive en estado de permanente embriaguez. Mientras ella me tiene en mente, el mundo se torna velado, como visto a través de la neblina. Es normal que me confunda con otro. Lo que no entiendo es cómo él puede incurrir en una falta tan grave. Tal vez delira con que ella realmente tiene algún interés en su persona. Odiaría tener que ser yo quien le ponga los hechos en la cara. Ella me ama. Eso es indiscutible y yo lo sé, pero él no. No me animo a enfrentarlo con la cruda verdad, puesto que como estudiante de psicología, estoy al tanto de que no debe uno -jamás de los jamases- oponerse al delirio de un psicótico.
Pobre hombrecillo... él y su delirio erotomaníaco. No entiende que lo suyo jamás podrá ser. Compadezco a aquel sujeto que está condenado a vivir por siempre una mentira subjetiva, aunque para él sea verdad.
Pero bueno, en esta vida no todos pueden ser ganadores -como yo-

No hay comentarios: