miércoles, 15 de mayo de 2013

EL VENENO DE LA FLOR MÁS DULCE


Su ingenuidad no excusaba su ignorancia. Ella era un alma nueva, de eso no hay duda; pero ciertas cosas no logran despertar la compasión de los dioses, ni mucho menos el perdón de éste mortal.

En su vida interna tropezó con las mismas trabas con las que se topa un infante ante la hostil realidad exterior.
Pero un niño aprende lentamente a diferenciar el rojo del fucsia, el otoño del invierno y a la noche de un eclipse.
Ella, por su parte, decía sentir amor cuando sólo tenía hambre. Le daba lo mismo el origen de su cosquilleo en el estómago.
Afirmó odiarme cuando moría de ganas de darme un beso.
Sentenció haberme olvidado cuando la movía la sed de venganza y se pronunció en armonía conmigo cuando ya no pudo recordarme.
Pero lo último que hizo fue netamente imperdonable. Prometió dejarme tranquilo...
...y acá está, rondando en mi cabeza, manteniéndome despierto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

You got issues.